Economía del Cuidado desde el COVID – 19 a la actualidad en México
Trimestre: 24- Primavera
Módulo: Crisis y Estado
Alumnos
Chamorro Melchor Adriana Mercedes
García Martínez Elizabeth
López Reyes Roxana
Torres Randa Dalia
Vera Quiroz Edgar
Docente:Violeta Núñez Rodríguez
El siguiente trabajo es realizado por alumnos de la licenciatura en economía en la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, cualquier duda o aclaración mandar un correo a: economia@correo.xoc.uam.mx
Resumen
Este estudio analiza cómo la crisis del COVID-19 afectó la economía del cuidado en México, un sector ya marcado por desigualdades y sobrecarga de trabajo, especialmente para las mujeres. La pandemia resaltó la importancia central del trabajo no remunerado, como el cuidado de personas y labores domésticas, que sigue siendo invisible y poco reconocido en las políticas públicas. La investigación combina un análisis teórico desde la economía feminista y un estudio empírico para mostrar cómo la falta de reconocimiento de este trabajo genera profundas desigualdades de género. En México, la informalidad laboral y la falta de apoyo e infraestructura acentúan estas desigualdades, visibilizadas durante la pandemia, lo que subraya la necesidad de políticas que reconozcan y redistribuyan el cuidado para reducir la pobreza y la desigualdad.
Introducción
Esta investigación busca analizar la economía del cuidado en México en medio de la crisis del COVID-19, respondiendo la pregunta ¿Cómo afectó el COVID – 19 en la Economía del Cuidado?, ya que es un periodo que puso al descubierto dinámicas preexistentes y generó mayor desigualdad, sobrecargando el trabajo no remunerado, específicamente sobre las mujeres. Se hizo evidente que el trabajo de cuidados (incluyendo el trabajo del hogar y el cuidado de personas dependientes) constituyó un eje central de la vida cotidiana durante el confinamiento, permaneciendo aún hoy en gran medida invisible y poco reconocido en las políticas públicas y económicas del país.
El objetivo general de la investigación es analizar la evolución y los cambios en los servicios de cuidado financiados por el Estado en México durante la crisis del COVID – 19, además, identificar sus impactos en la estructura, el alcance y el financiamiento de dichos servicios, examinando de forma teórica la relación que existe entre la Economía del Cuidado y el COVID – 19 y examinar de manera empírica los datos obtenidos para demostrar la relación existente que se adapta a la teoría.
Para comprender la relevancia de este fenómeno en la actualidad, se realizó un análisis detallado sobre los puntos de partida de la Economía del Cuidado a través del marco teórico de la economía feminista. Esta corriente de pensamiento ha sido clave para visibilizar y cuestionar la división sexual del trabajo y la falta de reconocimiento del trabajo no remunerado. La Economía del Cuidado, aunque históricamente ha sido invisibilizada en la economía tradicional, ha adquirido mayor importancia en las últimas décadas debido a su papel esencial en la reproducción social y en el sostenimiento del bienestar de las sociedades. Sin embargo, su falta de reconocimiento como actividad económica, ha generado desigualdades profundas, particularmente en términos de género, ya que son las mujeres las que mayoritariamente realizan este trabajo. Además, se realizó un estudio de casos para comprender más este fenómeno, donde las mujeres expresaron que el trabajo no remunerado no es percibido como un empleo formal, sino como una obligación naturalizada por su rol como mujeres.
El caso de México es relevante, debido a la estructura desigual del trabajo de cuidado, acentuada por factores como la informalidad laboral, la falta de infraestructura de apoyo y la escasez de políticas públicas orientadas a reconocer y redistribuir el cuidado. Con la llegada de la pandemia, estas desigualdades se hicieron aún más visibles, poniendo en evidencia la necesidad de analizar cómo el trabajo de cuidado no remunerado sostiene tanto la economía formal como el bienestar de las familias mexicanas y como su invisibilización limita las oportunidades de desarrollo de las mujeres y perpetúa la pobreza y desigualdad.
Capítulo 1: Economía feminista
1.1 Punto de partida: Las mujeres y la economía
Anterior a cualquier indagación sobre el concepto de “economía del cuidado” es imperativo conocer el origen de dicho aporte teórico, esto con el propósito de familiarizarse con lo discutido en el presente trabajo de investigación y quizás aún más importante: poner el foco de atención en una cuestión que va más allá de una mirada exclusivamente individualista/utilitarista y que, por el contrario, propone la exaltación de una mirada dónde la vida es el centro mismo de cualquier sistema ya sea político, económico y social que pretenda como mínimo, construir una civilización que sea capaz de reflexionar sobre su propio porvenir y en extensión, el de todos los seres vivos con los que comparte hogar.
“Se trata de una perspectiva que mira no solo a la producción, sino también al modo en que se organiza nuestra reproducción y distribución, el trabajo en los hogares, el trabajo remunerado en la calle y la forma en que se distribuye la riqueza generada” (Cirmi, L. 2023)
Así pues, se trata de una “cuestión” de carácter primordial en la agenda no de un país o una nación, sino Humana: tal y como reza la máxima de Kate Millet: “lo personal es político” dónde todo lo que ocurre en la esfera de la vida privada y del hogar, se vuelve de golpe público dado que aquello que se conoce como privado, es una construcción social acerca de cómo los varones y mujeres deben ser.
Entendido esto, la economía feminista nace como una ruptura necesaria con la escuela económica que hoy en día se conoce como neoclásica u ortodoxa, dominada desde sus orígenes por la idea de un homo-economicus encapsulado en un universo llamado “mercado”. Dicho enfoque tradicional circunscribe y limita los distintos enfoques analíticos que llevan a una reducción puramente materialista de las relaciones humanas y las culturas de la vida.
“Se acaba por aceptar como única perspectiva de referencia la de los perceptores de los beneficios, que, de forma coherente respecto a su punto de vista, consideran las condiciones de vida de los trabajadores y de sus familias como un coste o un lujo improductivo o, en cualquier caso, como una reducción de la tasa de ganancia.” (Picchio, A. 2009)
La economía feminista construye una crítica de las jerarquías que imperan en el circuito mercantil y da voz y lugar a aquellas actividades o trabajos que no lo están, pero que sin ellas el trabajo denominado como “productivo” no podría realizarse en pleno. Se trata de una relación bilateral dependiente uno del otro; dinámica entre lo productivo y reproductivo (ya sean mercancías de carácter puramente material o aquella tan particular como la fuerza de trabajo).
“El trabajo monetizado permite obtener un dinero necesario para adquirir bienes y servicios en el mercado; pero el dinero —sea salario o algún tipo de transferencia— no es suficiente para reproducir a las personas diaria y generacionalmente y, sobre todo, para realizar los cuidados necesarios en todos y cada uno de los momentos del ciclo vital.” (Carrasco, C. 2014)
Otro aspecto a destacar dentro la esfera económica clásica es aquel que tiene vía directa con el dominio del patriarcado incluso en la crítica del capitalismo del siglo XX, dónde solo se planteaba una contradicción del régimen de acumulación: capitalistas versus trabajadores, visto de otra manera, beneficios en contraste de salarios. Sin embargo, en la segunda ola feminista de los años sesenta la discusión se diversificó y se centró en explicar que tal dominación del patriarcado concede posiciones de poder al ámbito masculino gracias a la división sexual del trabajo, pero que una vez indagado dicho concepto, se puede llegar al origen de ello, encontrando una así nueva perspectiva que conduce a una respuesta de tales asignaciones de espacios y trabajos.
1.2 Perspectiva de género y desigualdad
Comprender otros conceptos introducidos por las distintas olas feministas ayudará al lector a replantearse las disyuntivas antes mencionadas y, por ende, formular respuestas y preguntas nuevas al tema central de esta investigación.
Anteriormente se trató de forma sintetizada, aunque sustancial, las cuestiones sobre las que versa la economía feminista, empero, es preciso rastrear la constitución del patriarcado en la economía y cómo ha logrado sostenerse de manera continua a través de las distintas fases de la modernidad.
Algunos de los conceptos clave que permitirán dotar una nueva óptica, son: estereotipos de género, identidad de género, interseccionalidad, sexualidad y orientación sexual, patriarcado y perspectiva de género.
No es el objetivo de este capítulo realizar una explicación extensa de todas estas nociones, pero podemos resumir que todas parten desde un mismo lugar: La construcción social producto a su vez, de un recorrido histórico que es dictado por aquellos que poseen el poder.
Las ya mencionadas “construcciones sociales” dan lugar a estereotipos que trazan lo que debe o no ser un hombre o una mujer y que, en la mayoría de los casos, perpetúan una situación de sometimiento o poder.
En el instante en que estos roles impuestos por el sistema penetran intensivamente a una comunidad, es habitual que se anule casi por completo el pensamiento crítico y reflexivo sobre quiénes somos verdaderamente y cuál es nuestro papel para con los demás seres vivos. Velan las particularidades y complejidades que encierra un sistema multicultural, multiétnico, multisexual, etc.
La perspectiva de género se manifiesta en este contexto como una herramienta metodológica esclarecedora que permite visibilizar problemas como la desigualdad económica que sufren las mujeres, desde una posición empática que posibilita el análisis de la realidad para subsecuentemente evaluar políticas, legislaciones, estrategias o acciones que ayuden a reducir la divergencia entre mujeres y varones.
Comprender este concepto implica echar la mirada más allá del lugar común, significa no sólo ponerse en los zapatos del otro/otra, si no, echar a andar una movilización total dónde ningún espacio es neutral: se reconoce la desigualdad para posteriormente accionar un pensamiento transgresor, dónde las relaciones de poder y desigualdad sean discutidas y resueltas.
Se trata de sensibilizar y concientizar para que la economía funcione como sostén de la vida:
“La sostenibilidad de cada ámbito requiere la sostenibilidad de todos y cada uno, siendo imposible definir la sostenibilidad de uno de ellos sin contar con los demás. Estas diversas sostenibilidades deben estar entretejidas formando una sostenibilidad con mayúsculas. Ocultar las relaciones de interdependencia relacional sólo conduce a una sostenibilidad imposible.” (Carrasco, C. 2014)
Capitulo 2: La Economía del Cuidado
2.1 Las crisis económicas
Cuando hablamos de crisis económicas, nos referimos a periodos de inestabilidad en el sistema económico, marcados por desequilibrios como la recesión, el desempleo, la inflación o la quiebra de instituciones financieras. Para Marx, las causas de estas crisis, como la sobreproducción, la sobreacumulación, la desproporcionalidad, el subconsumo o la caída de la tasa de ganancia son inherentes al sistema capitalista y reflejan sus desequilibrios estructurales.
En este contexto, la economía del cuidado se enfrenta actualmente a una crisis profunda, derivada de diversos factores estructurales y sociales. Esta crisis se manifiesta en tres dimensiones clave: la sobrecarga y desigualdad de género, la invisibilización y desvalorización del trabajo de cuidado, y una crisis de sostenibilidad a largo plazo. La creciente demanda de trabajo de cuidado, combinado con la sobrecarga de tareas no remuneradas que recaen sobre las mujeres, reduce significativamente la participación femenina en la economía formal, afectando su desarrollo y el del sistema económico en general.
2.2 ¿Qué es la Economía del Cuidado?
Hablar sobre Economía del Cuidado implica hacerlo desde un lugar el cual, la economía ortodoxa ha relegado desde sus inicios hasta la actualidad. Es frecuentemente invisibilizada, ya sea por voluntad deliberada o por el hecho de que para la economía regente en el mundo moderno, el único fin de esta ciencia es exclusivamente en la producción de bienes y servicios que poseen un valor en dinero y que dejan una ganancia.
Al enfrentar una definición tan simplista y superficial, el consejo de los expertos es recuperar el valor genuino de las palabras, siempre que en ellas aún podamos hallar un significado que nos brinde las herramientas necesarias para desafiar una visión que, con el tiempo, ha impuesto una desigualdad extrema entre quienes detentan el gran capital y quienes son tratados como piezas desechables dentro de ese sistema.
La Economía del Cuidado tiene un rol de suma importancia en la reproducción social y el bienestar, este concepto se refiere al conjunto de actividades, servicios y relaciones que son esenciales para la supervivencia y el bienestar de las personas, como el cuidado de niños, ancianos, personas enfermas o con discapacidad, y el trabajo del hogar. Dicho en otras palabras:
“La Economía del Cuidado propone un panorama donde el sustento de la vida se vuelve la exégesis de la esfera de la reproducción, producción y los intercambios que se realizan en la sociedad, para que, a su vez, las distintas formas de vida perduren en las mejores condiciones” (León, 2009)
Este tipo de economía incluye tanto el trabajo remunerado realizado en sectores como la salud o la educación, como el no remunerado, que generalmente se lleva a cabo en el ámbito del hogar y suele ser realizado mayoritariamente por mujeres. Se trata de un trabajo fundamental para la reproducción social, pero no se contabiliza en las estadísticas económicas tradicionales, como el Producto Interno Bruto (PIB). Aunque estas actividades son fundamentales para el funcionamiento de la sociedad y la economía, a menudo han sido subvaloradas en los análisis económicos tradicionales.
Entonces, la Economía del Cuidado se refiere al estudio económico del valor del trabajo de cuidado, argumentando que, sin este trabajo no remunerado, las economías no podrían funcionar.
2.3 División Sexual del Trabajo
La invisibilización de la Economía del Cuidado es histórica y está directamente relacionada con la división sexual del trabajo, es decir, la distribución desigual de las tareas del cuidado entre hombres y mujeres.
Desde la perspectiva marxista, la división del trabajo es una característica fundamental del modo de producción capitalista. Esta división no solo organiza la producción, sino que también es un medio para mantener y reproducir la estructura de clase. Como lo señala Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado:
“[…]la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos. Hoy añado: la primera oposición de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino”.
La opresión de las mujeres y la asignación de roles de género están íntimamente ligadas a las dinámicas de explotación y propiedad privada, lo que se perpetúa en el capitalismo. La división sexual de trabajo, entonces, puede entenderse como una extensión de esta lógica de división y explotación, donde las diferencias de género son utilizadas para asignar roles específicos que perpetúan la dominación y explotación.
Para Federici (2004), el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado es esencial para la reproducción de fuerza de trabajo, que es la base del capitalismo, afirma que esta desvalorización es una estrategia deliberada del capitalismo para maximizar la acumulación de capital, ya que permite que las empresas externalicen el costo de la reproducción de la fuerza de trabajo en el ámbito doméstico, sin tener que pagar por ello.
2.4 La esfera productiva y reproductiva
Una parte fundamental para comprender el origen de la Economía del Cuidado se encuentra en la esfera reproductiva. La economía tradicionalmente se ha dividido en dos grades esferas, la esfera reproductiva y la productiva.
La esfera productiva se refiere al ámbito de la producción de bienes y servicios que son intercambiados en el mercado y que general un valor económico cuantificable. Su realización es reconocida y valorada económica y socialmente; es trabajo mayoritariamente remunerado y generalmente asociado a la esfera pública. (Colinas, 2008)
Mientras que la esfera reproductiva considera a todas aquellas actividades y labores necesarias para la reproducción de la vida cotidiana, incluyendo la crianza de los hijos, el cuidado de los miembros del hogar y el mantenimiento del hogar mismo. Colinas (2008), menciona que son actividades mayoritariamente no remuneradas, realizadas por las mujeres y generalmente asociadas a la esfera privada.
El sistema capitalista ha tendido a reconocer únicamente el trabajo que se realiza en la esfera productiva, mientras que el trabajo de cuidado realizado en la esfera reproductiva, que es necesario para que la fuerza de trabajo pueda existir y operar en la esfera productiva, ha sido ignorado. Esto perpetúa una jerarquía que desvaloriza las tareas tradicionalmente asociadas a lo femenino y refuerza las desigualdades de género.
Por lo tanto, la teoría de la esfera reproductiva nos permite también comprender cómo el trabajo de cuidado ha sido históricamente invisibilizado, a pesar de su importancia fundamental para la economía.
2.5 Doble jornada y brecha salarial
Como se mencionó anteriormente, el trabajo de cuidado se refiere a las actividades que implican atender las necesidades físicas, emocionales y psicológicas de otras personas, abarcando tanto el trabajo remunerado como el no remunerado.
Un concepto emergente de esto es la “doble jornada laboral”, donde las mujeres, además de participar en el trabajo remunerado fuera del hogar, asumen la mayor parte de las responsabilidades de cuidado y domésticas dentro del hogar. (Spitalier, 2022)
La doble jornada es una manifestación concreta de la desigualdad de género en la división de trabajo prolongando un ciclo en el que las mujeres tienen menos tiempo y energía para invertir en actividades profesionales, lo que contribuye a la persistencia de la brecha salarial.
La brecha salarial se encuentra estrechamente relacionada con la Economía del Cuidado y su origen remonta con la división sexual del trabajo, ya que la brecha salarial entre hombres y mujeres no solo se debe a la discriminación o las diferencias en la educación y experiencia, sino también a las decisiones de carrera influenciada por las responsabilidades de cuidado. (Goldin, 2014)
El trabajo de las mujeres es desvalorizado y contribuye a la brecha salarial al limitar el acceso de mujeres a ocupaciones remuneradas y a cargos de mayor responsabilidad, debido a que tienen falta de tiempo y flexibilidad para dedicarse a estos roles.
Capítulo 3: Del reconocimiento legal a la realidad: mujeres y trabajo del cuidado en México.
3.1 La importancia del reconocimiento del cuidado
El reconocimiento del trabajo de cuidado es de vital importancia, ya que este tipo de labor, aunque indispensable para el funcionamiento de la sociedad, ha sido históricamente invisibilizado tanto en términos económicos como sociales.
De acuerdo con Pautassi (2007), el cuidado debería de ser reconocido como un derecho humano. No está explícitamente mencionado en los instrumentos internacionales como tal, establecer el derecho a recibir cuidado, a cuidar y a cuidarse como un derecho universal que permite el reconocimiento de la tarea y podría abrir paso a una mejora sustancial en la calidad de vida de las personas.
El reconocimiento de este derecho puede contribuir a reducir las desigualdades de género, ya que, las mujeres se han visto obligadas a asumirlas. Su falta de reconocimiento ha perpetuado la desigualdad económica y laboral, lo que ha limitado las oportunidades de empleo formal para las mujeres.
3.2 Perspectiva legal: Reconocimiento en la Ley Federal de Trabajo de México
El tema de trabajo de cuidado es relativamente nuevo en México y no fue hasta la reforma de 1ro de mayo de 2019 cuando se introdujo la denominación “Trabajadores del Hogar” en el capítulo XIII de la Ley Federal del Trabajo, que comenzó a debatirse de una forma más amplia. Con esta inclusión, se reconocieron los derechos laborales de quienes realizan trabajo en el hogar y de cuidado, que incluye un salario digno, seguridad social, días de descanso obligatorio, vacaciones y contratos laborales formales. (DOF, 2019)
La implementación de esta reforma representó un avance significativo en términos legales para el reconocimiento de los trabajadores del hogar, sin embargo, persisten grandes desigualdades, especialmente en lo que respecta a la predominancia de las mujeres en las labores del cuidado en el hogar.
3.3 Desigualdades de género en el trabajo de cuidado en México
La relevancia del cambio en la legislación mexicana radica en que las mujeres dedicadas al cuidado del hogar ahora tienen reconocidos sus derechos laborales. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la Cuenta Satélite del Trabajo no remunerado de los Hogares de México (CSTNRM), en 2022, las mujeres dedican en promedio 63.4 horas a la semana al trabajo no remunerado de cuidado en comparación con las 26.9 horas que dedican los hombres. Esta carga desproporcionada limita las oportunidades de las mujeres para participar en el empleo formal, ya que la mayoría de las mujeres se ven obligadas a aceptar trabajos precarios, de medio tiempo o informales que les permitan cumplir con las responsabilidades de cuidado.
En el artículo 5°, párrafo tercero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), señala que:
“Nadie podrá ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y sin su pleno consentimiento, salvo el trabajo impuesto como pena por la autoridad judicial, el cual se ajustará a lo dispuesto en las fracciones I y II del artículo 123”
Las desigualdades de género en el trabajo de cuidado en México son un reflejo de esos profundos desequilibrios estructurales que siguen afectando con mayor dureza a las mujeres. A pesar de los avances legislativos, como las reformas de 2019 que reconocieron los derechos de las trabajadoras del hogar, lo cierto es que la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado recae sobre las mujeres.
El mercado laboral mexicano se distingue por tener una de las tasas más bajas de participación femenina en comparación con otros países de América Latina. (Amaya, 2019) Según el INEGI en la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC), en 2022:
“Del total de personas de 15 años y más en el país, 31.7 millones (32.0 %) brindaron cuidados a integrantes del propio hogar u otros hogares. De estos, 75.1 % era mujer y 24.9 %, hombre. Del total de personas cuidadoras, alrededor de 28.3 millones brindan cuidados a integrantes del propio hogar. En cuanto a horas a la semana en labores de cuidados, las mujeres dedicaron, en promedio, 37.9, mientras que los hombres, 25.6. La diferencia es de más de 12 horas semanales”.
Al analizar la carga total de trabajo que tanto hombres como mujeres dedican al trabajo de cuidado, se evidencia que las mujeres asumen una mayor carga. Esto se relaciona directamente con la división sexual del trabajo, puesto que la figura del hombre es vista tradicionalmente como ser el proveedor de ingresos, mientras que la mujer es responsable de las tareas del hogar. Las responsabilidades laborales remuneradas para las mujeres mexicanas no han aliviado la carga de trabajo en el hogar, sino que han resultado en una doble jornada laboral.
3.4 Impacto de la pandemia de COVID – 19 en el trabajo de cuidado en México
La crisis provocada por la pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto sin precedentes en la economía y la salud a nivel mundial, causando grandes estragos en la economía de cuidado, con efectos especialmente graves en México. El confinamiento y el cierre de escuelas, así como la saturación de los sistemas de salud, han aumentado la necesidad de trabajo en el hogar, una carga que ha recaído de manera desproporcionada en las mujeres. Las desigualdades de género en el trabajo de cuidado se agravaron, ya que las mujeres tuvieron que asumir una mayor carga de trabajo no remunerado, lo que dificultó su inserción en el mercado laboral formal.
Antes de la pandemia, en 2019, el valor de las actividades no remuneradas en labores del hogar y de cuidados registró un equivalente a 5.6 billones de pesos, lo que representó el 22.8% del PIB del país. (INEGI, 2019)
Además, la mayor parte del trabajo del hogar y de cuidados fueron realizados por mujeres, lo que representa el 73.6% en términos del valor económico.
Después de la pandemia, en 2022, el valor económico del trabajo no remunerado en trabajo del hogar y de cuidados registró un monto de 7.2 billones de pesos, lo que representó el 24.3% del PIB nacional. (INEGI, 2023) De igual manera, la mayor parte del trabajo del hogar y de cuidados fue realizado por mujeres, lo que representó el 72.2 en términos del valor económico.
Grafica 1: Valor económico del trabajo no remunerado en trabajo del hogar y de cuidados respecto al PIB en México
Fuente: Elaboración propia, con datos de Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México, del INEGI, 2022.
En la estructura económica mexicana, el trabajo de cuidado no remunerado ha sido tradicionalmente asignado a las mujeres, como antes se menciona. En la Gráfica 1, se observa que el trabajo creció más en las mujeres que en los hombres durante los años de pandemia. Esta división sexual del trabajo ha sido normalizada por mucho tiempo, a pesar de su gran valor y porcentaje en la economía. Esta internalización de los roles de género ha normalizado la sobrecarga, haciendo que las tareas adicionales durante la pandemia se perciban como una extensión de sus responsabilidades habituales. Además, a pesar de la pérdida de empleo remunerado, el trabajo no remunerado en sus propios hogares aumentó considerablemente durante la pandemia.
Esta normalización existe principalmente en comunidades donde hay difícil acceso a la información, como lo son las localidades rurales. Las redes de apoyo son generalmente familiares y comunitarias, pero la falta de infraestructura y servicios públicos acentúa la carga sobre las mujeres en estas regiones. Al haber esta falta de información, sigue habiendo una división sexual del trabajo más notoria, en estados como Chiapas (62.1%), Guerrero (49.8%) y Oaxaca (48.2%), el valor económico del trabajo del hogar es mucho mayor que en las localidades urbanas, por ejemplo, Ciudad de México (11.6%), esto lo podemos observar en la Gráfica 2.
Grafica 2: Valor económico del trabajo del hogar y de cuidado no remunerados respecto del PIB de cada entidad federativa. 2022 ( porcentaje del PIB a precios corrientes)
Fuente: Elaboración propia, con datos de Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México, del INEGI, 2022.
La falta de políticas públicas adecuadas para las comunidades rurales, como servicios de cuidado accesibles y apoyo gubernamental directo, ha perpetuado un ciclo en el que las mujeres rurales siguen asumiendo la mayor parte del trabajo no remunerado, lo que limita su capacidad para mejorar su situación económica y contribuye al empobrecimiento de estas regiones. Además, la informalidad laboral y la falta de seguridad social agravan la situación, ya que las mujeres deben buscar trabajos precarios o informales que les permitan compatibilizar con las demandas del hogar.
El valor económico anual por persona que realiza trabajo de cuidado no remunerado cuantifica en términos monetarios las horas dedicadas a tareas de cuidado, como la atención de niños, personas mayores y enfermas. Aunque estas actividades no generan ingresos directos, son fundamentales para el funcionamiento de la economía como anteriormente se mencionó, puesto que sostienen el bienestar de las familias y permiten que otros miembros del hogar participen en el mercado laboral.
Comparando el valor económico anual por persona que realiza trabajo de cuidado al inicio y final del COVID – 19, creció considerablemente tanto en hombres y mujeres para el final de ésta, sin embargo, las mujeres tienen una mayor aportación. Ver Gráfica 3 y 4.
Grafica 3: Valor Económico Neto por persona en pesos anuales en México en 2020
Fuente: Elaboración propia, con datos de Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México, del INEGI, 2021.
Grafica 4: Valor Económico Neto por persona que realiza trabajo del hogar en pesos anuales en México en 2022
Fuente: Elaboración propia, con datos de Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México, del INEGI, 2023.
Actividades básicas en el hogar, como lo son la limpieza de ropa, vivienda e incluso la alimentación es una labor que siempre recae principalmente en las mujeres. En el año 2022, al final de la pandemia por el COVID – 19, alrededor de la cuarta parte del trabajo del hogar la realizaron los hombres, mientras que lo restante las mujeres se encargaron. Los hombres siguen siendo el principal aportador de compras y la administración del hogar, mientras que las mujeres son las encargadas de realizar el cuidado. Ver Gráfica 5.
Grafica 5: Valor económico del trabajo no remunerado en trabjao del hogar por tipo de función según sexo, 2022 (porcentaje del PIB a precios corrientes)
Fuente: Elaboración propia, con datos de Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México, del INEGI, 2023.
Al analizar el valor económico del trabajo de cuidado no remunerado desde la pandemia de COVID-19, se evidencia cómo esta crisis global profundizó la ausencia de políticas públicas orientadas a apoyar y redistribuir la carga del cuidado. Antes de la pandemia, este trabajo ya representaba un porcentaje considerable del Producto Interno Bruto (PIB) en México, pero con el confinamiento, el cierre de escuelas y la sobrecarga de los sistemas de salud, la demanda de cuidado en los hogares se disparó, alcanzando un máximo del 19.1% del PIB para mujeres en 2020. A pesar de este aumento en el valor económico del trabajo de cuidado, las políticas públicas permanecieron insuficientes para abordar la creciente carga sobre las familias, y en especial sobre las mujeres.
La falta de infraestructura de apoyo, como servicios de guarderías, atención médica domiciliaria y licencias de cuidado remuneradas, quedó expuesta durante la pandemia, cuando millones de mujeres se vieron obligadas a asumir más responsabilidades sin compensación. La doble jornada que muchas mujeres ya enfrentaban se intensificó, lo que resultó en una disminución de su participación en el mercado laboral formal, ya que muchas abandonaron e incluso perdieron sus empleos y atendieron las crecientes demandas en el hogar.
Desde una perspectiva económica, esta falta de políticas públicas de cuidado durante la pandemia no solo agravó las desigualdades de género, sino que también afectó la productividad general del país, al sacar a un gran número de mujeres de la fuerza laboral formal. Mientras que el valor económico del trabajo no remunerado de cuidado aumentaba, la contribución formal de las mujeres a la economía disminuía, creando un déficit económico que refleja el costo de no contar con políticas que promuevan la corresponsabilidad del cuidado entre el Estado, las familias y el sector privado.
Además, la pandemia evidenció que la economía no puede funcionar sin el trabajo de cuidado, tanto remunerado como no remunerado. Sin embargo, este trabajo sigue siendo invisibilizado y poco valorado en términos de políticas públicas. Las mujeres que asumieron estas tareas de manera desproporcionada enfrentaron más barreras para volver al mercado laboral formal una vez que las restricciones de la pandemia comenzaron a levantarse, lo que pone de relieve la necesidad urgente de implementar políticas que aborden la carga del cuidado de manera estructural.
Conclusiones
Un análisis de la economía del cuidado en México desde una perspectiva de la economía feminista muestra que el trabajo no remunerado es crucial para el funcionamiento de la sociedad y la economía. La pandemia de COVID-19 no solo ha expuesto las vulnerabilidades del trabajo de cuidados en México, sino que también ha resaltado la importancia de reconocer el valor económico del trabajo de cuidados no remunerado y desarrollar políticas públicas que lo apoyen. Para lograr una mayor igualdad de género y una recuperación económica inclusiva, los países deben promover la creación de infraestructuras de cuidados, redistribuir responsabilidades entre hombres y mujeres y tomar medidas para prestar plena atención a esta labor que es crucial para el desarrollo social y económico. El análisis reveló que, aunque el trabajo de cuidado no es contabilizado en el Producto Interno Bruto (PIB), su valor económico es considerable, contribuyendo de manera significativa al bienestar social y a la sostenibilidad de la economía formal.
El aporte de la economía feminista es clave para visibilizar estas dinámicas, brindando una base crítica que permita cuestionar la llamada división sexual del trabajo y la doble jornada, así proponer soluciones que sólo pueden promover la responsabilidad compartida en los cuidados, con reasignación y apoyo institucional para el trabajo de cuidados, podremos avanzar hacia una economía más inclusiva y equitativa.
El estado debe darle un buen desarrollo al futuro sistema nacional de cuidados además de promover la creación del empleo formal en sectores de cuidado, esto a su vez necesita la inversión en infraestructuras que facilite la redistribución del trabajo de cuidado. Esto incluye no solo más centros de atención infantil, sino también programas de cuidado para personas mayores y con discapacidades, especialmente en comunidades rurales, también se deben de implementar campañas educativas que promuevan la equidad de género en el reparto de las responsabilidades del hogar y cuidado, desafiando los roles tradicionales que asocian estas labores. Esto podría incluir programas en medios de comunicación, escuelas y centros laborales y finalmente el Estado podría implementar incentivos fiscales para familias que asumen roles de cuidado, así como beneficios para las empresas que ofrezcan servicios de guardería o flexibilización horaria a sus empleados.
En este sentido, surge la pregunta: ¿Cómo podemos asegurar que el reconocimiento y la distribución del trabajo de cuidado no solo cierre las brechas de género, sino que también impulse una transformación hacia una economía más justa y sostenible para todos?
Bibliografia
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